- UN TRIBUTO A MI MUNDO INGENUO -

En los años 90', la pintura Naïve, detallista y descriptiva, fue la más indicada para expresarme.
El arte NaÏf embellece la visión de la vida.
Detrás de cada obra “ingenua”, existe una filosofía clara y esperanzada.
Un ser escéptico o egoísta no podría ser un artista naïf.
El Naïf devela el alma de un soñador empedernido.
Y hace más buenas a las personas que lo contemplan.


AMIGOS DEL BLOG.

Un tributo a LA FAMILIA.

La familia es tan importante para mí, al punto tal que fue el motivo disparador de mi pintura. Cuando comencé a desarrollar mi obra, los primeros temas que me inspiraron fueron la familia, el mundo de mis abuelos: éste mundo no debía desaparecer, debía ser eternizado. Sentía que debía rendir un tributo a mis queridos abuelos maternos, artesanos innatos, él carpintero, ella camisera y modista. Sus laboriosas manos que todo lo enmendaban y lo hacían florecer, fueron heredadas por mi madre, que arreglaba con la misma dedicación un centro floral de mesa, el disfraz de un nieto, mi tocado de novia. Todas esas manos, precursoras de artista, se unen hoy en mis manos, intentando transmitir belleza, orden, fantasía, armonía. De mi familia materna, los Grisolía, heredo la sensibilidad artística. De los Bello llevo la fuerte personalidad.. Algunas de estas obras las he conservado en mi colección particular y serán un legado de recuerdos para las nuevas generaciones.

- CASAMIENTOS -



"En la puerta del civil", acrílico sobre tela, 60cm x 80cm, año 1995.


A partir de aquella caja de recuerdos familiares, llegaron a mis manos, fotos de casamientos, algunos de gente que yo no llegué a conocer. Tal vez eran primos o parientes de mis padres o mis tíos y fueron a parar allí. El caso es que contaba con imágenes de bodas en sepia original, en blanco y negro y a todo color. A partir de observar estas fotografías antiguas, armaba escenas imaginarias con mi pincel. Nunca me gustó copiar, me aburre, por lo que tomaba datos: fachadas, baldosas, peinados, poses, vestuario… y luego los pintaba como me lo imaginaba, no como una réplica exacta y precisa, no era esa la intención, sino recrear aquel espíritu. Creaba situaciones nuevas a partir de aquellas viejas tomas. Elegí novios, testigos, padrinos, vecinos y niños de distintas fotos y me imaginé algunos nuevos. No quise olvidar el típico baño de arroz a los recién casados, que también aparecía en algunas de las fotos y que me tocó recibir en mi propia ceremonia. El motivo recurrente en algunas de estas bodas era un Registro Civil en el barrio de Belgrano, en el que se habían concretado varias de estas uniones familiares a lo largo del tiempo. Yo sigo viviendo en esa zona y lo he conocido. El “progreso” determinó que en esa sede que guardaba tantas emociones y recuerdos, hoy se levante un moderno edificio de departamentos. Felizmente, queda mi pintura para recordarlo.




"Despedida de soltera", acrílico sobre tela, 70cm x 80 cm, año 1996.


Una costumbre relacionada con las bodas eran las clásicas “Despedidas de soltera”: Evento puramente "Naïf", comparado con los festejos que hoy realizan las jóvenes que aún se animan a casarse. Estas reuniones eran algo muy recatado y formal: se reunían amigas, primas, hermanas de la novia en alguna confitería del centro de la ciudad a tomar el té para agasajarla y despedirla de su soltería. A la reunión no podía asistir ningún caballero. Lo más atrevido era regalar unas ligas a la novia y era muy poco probable que se animara a probarlas, aún entre mujeres. Cada rostro expresa un estereotipo femenino: la amiga fiel, la enamoradiza, la celosa, la bella seductora, la tía y hasta la suegra, que ha conseguido una silla en esa mesa, sin invitación. No falta alguna simpática niña de la familia que se ha colado y ha pedido un helado fuera del menú…