- UN TRIBUTO A MI MUNDO INGENUO -

En los años 90', la pintura Naïve, detallista y descriptiva, fue la más indicada para expresarme.
El arte NaÏf embellece la visión de la vida.
Detrás de cada obra “ingenua”, existe una filosofía clara y esperanzada.
Un ser escéptico o egoísta no podría ser un artista naïf.
El Naïf devela el alma de un soñador empedernido.
Y hace más buenas a las personas que lo contemplan.


AMIGOS DEL BLOG.

El Paraíso, la Primavera, el Picnic de la vida...

Me han preguntado si existe el Paraíso en mi obra plástica naïf. A lo que respondo: El Paraíso significa estar vivo.
Puede hallarse en cualquier lugar: en la alegría del festejo de una boda, en la evocación de la infancia, en olvidados boliches de tangos, en los coloridos conventillos de Buenos Aires, en su río marrón, sus calles, su gente. También podría ser el pueblito de Galicia de donde partió mi abuelo, o un lugar entre las nubes donde siga cantando Gardel. Pero si relacionamos El Paraíso, a la idea del Jardín original, no me he detenido en ello. He pintado algunas mujeres entre flores, casi surrealistas. En estas obras primaverales, la joven y la niña conviven con flores gigantescas, como en un sueño. Intenté expresar mi renovado asombro por la naturaleza que revive cada año y al mismo tiempo, un tono de melancolía por lo efímero de esa misma belleza. He pintado con esmero los pastos; cada brote una pincelada. Quise lograr un pasto mullido, espeso y fresco, donde sea un verdadero placer andar descalza. Al delinear los bellos pies de estas mujercitas, juro que experimenté yo misma esa frescura: el rocío de la primavera.

“Entre girasoles”, acrílico sobre tela, 76 x 91cm, año 1997.

- EL PICNIC -
Es una pintura más sintética que las anteriores, cuenta con pocos elementos pero de alto contenido simbólico: no se trata de un picnic común, sino con mayúsculas. He querido hablar con mi pincel, del Picnic de la Vida. Esta pareja está sentada bajo un árbol frutal, que bien recuerda a aquel del Paraíso. Tienen las frutas al alcance de la mano. El hombre ha aflojado su corbata, se ha sacado el saco y los zapatos que lo oprimen cada día. Ha olvidado por un rato el diario y las noticias, se ha distendido. Con una mirada de complicidad, él ofrece un vaso de vino, y en esa copa va toda la “Invitación al viaje” que con tanta belleza escribió Baudelaire. Ella, entre sensual y precavida, corresponde la mirada y tiene una flor en su mano a punto de ser entregada. Apoyados en el mantel, se encuentran el pan y el vino, que compartirán en esta especie de “comunión” tan especial. Este Picnic a veces dura para siempre. Otras veces, a pesar de las buenas intenciones, hay que suspenderlo por mal tiempo, entonces, se guarda todo en la canasta y cada cual a su lugar. A veces, dura sólo lo que una primavera, y sin embargo sirve para perfumar el resto de nuestra vida.


"El Picnic", acrílico y collage, 46cm x 61cm, año 1998